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No hay nada más parecido a un idiota ingeniero social que otro idiota ingeniero social. No importa que sea un funcionario soviético, de la ONU o una subsecretaria del Ministerio de Igualdad. Su inteligencia es limitada, pero más que suficiente como para avanzar en sus intereses. Esos intereses consisten en engrandecer su poder a base de acaparar todo sentido del bien para que se le rinda culto en exclusiva. Se trata de destruir las lealtades mutuas, incluida nuestra propia responsabilidad para con nosotros mismos y desviarlas hacia ellos. En lo social se traduce en destruir la sociedad civil, con sus instituciones y tradiciones informales, que han sido depuradas y consolidadas a lo largo de la historia para canalizar las relaciones humanas y sustituirlas por reglamentaciones compulsivas en las que ellos actúen como garantes. Es decir, su objetivo es edificar una siniestra y excluyente religión de Estado.
En la Unión Soviética, las únicas instituciones con poder en la sociedad fueron el Partido Comunista y la KGB. Todo lo demás quedó suprimido o a su servicio. El socialismo "de nuevo cuño" realiza ese proceso no mediante la violencia revolucionaria, sino vendiendo el invento como "nuevos derechos". Todo ello en aras de la llamada "modernidad". El anzuelo perfecto para cualquier paleto acomplejado.
No nos engañemos por el hecho de que estos nuevos socialistas dejen la economía en relativa libertad. Con la justificación de argumentos desmentidos por los hechos y el concurso de la ignorancia, las medidas como el aborto gratuito y la píldora abortiva sin permiso paterno tienen los objetivos que, en el fondo, siempre han existido en la izquierda, como son la destrucción de la familia y la Iglesia. Son medidas diseñadas para la consolidación de su poder, que entran en el mismo paquete que la destrucción de la historia nacional o la destrucción de los roles de género o el afán por la multiculturalidad y la diversidad. ¿Por qué? Porque sin puntos de identificación común, sin historia, sin tradiciones, las personas no son ciudadanos con lazos entre sí en una sociedad civil sino que son como extraños paracaidistas, recién llegados, cuyo único nexo son sus gobernantes, ahora convertidos en amos y "educadores para la ciudadanía".
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