A raiz del indulto Gallardón I el Arbitrario a un conductor homicida, que conscientemente circuló en sentido contrario me viene algún pensamiento sobre el poder. Y se me ocurre que hay distintos tipos de poder. Pero el poder en estado puro, el que se exhibe ante los demás, el que es una moneda de cambio en el mercado social y hace ganar una hueste de adeptos y deudores de favores detrás. Ese poder, tiene que ser arbitrario.
Un tipo de poder es delegado y temporal, que viene reglamentado por la sociedad. En realidad el que ostenta un cargo de este tipo, es eso, un cargo, es decir, una carga. Es una función que se ejerce a través de ese individuo como podría ejercerse a través de otro. Solo significa que ese individuo reune unas características que la sociedad, sea una empresa, una comunidad o un país juzga que son adecuadas. En todo caso el que es delegado temporalmente para ejercer un poder detentado por otro titular, sean los accionistas, el Pueblo o el dueño de un club, puede presumir de sus cualidades que le llevaron a ser elegido. Pero no mucho más.
Pero con la arbitrariedad el detentador del poder muestra hasta donde llega su voluntad de subvertir el poder delegado para su propio beneficio y capacidad de maniobra que de facto tiene dentro de los márgenes mas o menos definidos de su cargo. Entonces de repente, la posible masa afectada por ese poder, viendo la arbitrariedad, se dirige no a los cauces ordinarios, siempre engorrosos y ya viciados por la arbitrariedad, sino que se somete a la voluntad del cargo arbitrario a cambio de favores. Entre la masa clientelar del cargo arbitrario puede haber mujeres, empresarios, amigos de amigos etc. Todos ellos ofrecen sus favores a cambio de los favores del poderoso corrupto y arbitrario.
Nada de esta corrupción que aparece inmediatamente después de la arbitrariedad, podría ocurrir si el cargo no muestra en público dicha arbitrariedad. Por tanto, para su provecho, la arbitrariedad debe ser exhibida y cuanto más mejor. El modo mas fácil de mostrar arbitrariedad sin salir siquera de los márgenes, es dificultar lo más posible dentro de lo legal, cualquier proceso. De esa manera, el cargo, sea desde un administrativo de un ministerio o empresa o un ministro, se convierte, de ser una vía por donde discurre el proceso en un salteador de caminos que reclama la bolsa o la vida a todo el que tiene la desgracia de pasar por alli. A partir de ese momento se establecen lazos de pleitesia, reciprocidad y/o guerra abierta entre los diversos salteadores/señores feudales de todo tipo, nivel y condición que, apostados en el camino, en sus riscos y/o castillos de papeles y burocracia, tratan de sacar el mayor rédito de los predios que controlan.
Solo hay un problema. La arbitrariedad encubierta no granjea el respeto y el temor de la hueste. Lógicamente, cuanto mas fechos y fazañas sometiendo a su voluntad a cuanto osare desafiale, el ostentador del cargo tendrá mas dulcineas y mas agasajos recibirá de la nobleza y de la corte y mas trovadores mostrarán pleitesía y ganas de trabajar a su servicio rellenando columnas y columnas de loas y alabanzas. La legalidad y límites del cargo se tornan nada mas que en riscos que hay que sortear por las veredas para acechar y aprovechar dicha legalidad para emboscar a los enemigos, con el fin de defender el dominio de poder y a aquellos con los que liga un pacto de sangre, clan, partido o partida. No hay mas que escucharles cuando hablan relajadamente, el lenguaje medieval que utilizan tanto ellos como sus trovadores, cuyos términos no son metáforas, sino que describen la auténtica naturaleza de su poder.
El ultimo pendón que todo cabrón arbitrario quiere ganar, es la exhibición a la luz del día, publicada a los cuatro vientos, de arbitrariedad en su grado mas excelso, que consiste en cometer la arbitrariedad mas desproporcionada posible para conceder un favor nimio que ni le va ni le viene demasiado al poderoso. Matar una mosca a cañonazos con pólvora del Rey. Ese es el ultimo pendón que corona a un hijo de su madre como rey de corruptilandia.
Por ejemplo, una arbitrariedad en grado excelso sería indultar como ministro de justicia de la nación, via BOE, no a cualquier estafador amiguete de medio pelo, que también, sino a un hijo de puta miserable que todo el mundo odia, y que es, como si dijéramos, primo de la cuñada del portero de la finca del compañero de partido. Y eso es lo que hizo Gallardón I el arbitrario. "Ahi queda eso, porque yo lo valgo".
Otra fazaña, mas extrema, es asesinar a 200 inocentes a la luz del dia para ganar el poder, que todo el mundo sepa quien ha sido y que nadie se atreva a decir que lo sabe (y que todo el mundo vea que nadie se atreve). Como saben en Cuba o en Sicilia, no hace falta matar a demasiado a menudo para que te obedezcan y coman de tu mano. Luego, los condecoras.
Otra fazaña, mas extrema, es asesinar a 200 inocentes a la luz del dia para ganar el poder, que todo el mundo sepa quien ha sido y que nadie se atreva a decir que lo sabe (y que todo el mundo vea que nadie se atreve). Como saben en Cuba o en Sicilia, no hace falta matar a demasiado a menudo para que te obedezcan y coman de tu mano. Luego, los condecoras.
Nada ha cambiado ni nada cambiará. El Estado de Derecho es un mito sobre cuyo edificio, que nunca fue firmes en ninguna parte, pero que está cada vez mas ruinoso, se sobreimponen las instituciones naturales, como las clases sociales, las familias, los feudos, la amistad. Pero cuando están distorsionadas por un sistema político producto de la ingeniería social que no las reconoce y las ignora en lugar de tenerlas en cuenta, se malignizan y la clase social se convierte en casta, la familia en clan o en tribu, los feudos en cacicazgos, la amistad en pactos de sangre. La corrupción acelerada, llegando hasta la violencia, es el destino de toda institución artificial.
Muy buena reflexión.
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