Se pueden hacer muchas lecturas y a muchos niveles de la actual crisis del PP, pero a mi me gustaría destacar la perspectiva cultural, esto es, lo que representa esa crisis -que es más de fondo que de forma y de más horizonte temporal que unas polémicas esporádicas por el liderazgo- en nuestra cultura política en particular y en nuestra cultura en general.
Adoptar este enfoque puede parecer osado, pero lo hago con toda humildad, consciente de las limitaciones inherentes a toda visión panorámica. Y, además, a mi nadie me paga por equivocarme.
Dicen que este es un país sociológicamente de izquierdas: yo lo que percibo es una desideologización y una percepción del fenómeno político desde los intereses y las vísceras. La gente no vota opciones de gobierno: vota ideales y prebendas. La mayoría no tiene una visión clara de lo que es un gobierno y un Estado, y menos aún un Estado de Derecho. Cuando echan la papeleta en la urna piensan en buenos y malos, simpáticos y antipáticos, generosos y rácanos, imaginando que la acción política en la sociedad es deseable y, con buena voluntad por parte de los gobernantes, de efectos benéficos.
Por otro lado este es un país en el que el ocio es no ya un ideal, lo cual se podría entender prescindiendo de una ética del trabajo, sino un referente vital en torno al cual gira todo lo demás. La diferencia no es pequeña (a alguno puede parecerle inexistente). La gente desprecia el trabajo y prefiere confiar su futuro a Papá Estado. El sueño de cualquier españolito de a pie es vivir a costa de los demás irresponsablemente. Para ello no les faltan ejemplos en el mundo de la (in)cultura patria. En la televisión, ese medio tan conspicuo, desfilan toda clase de esperpénticos parásitos, y no solo en los programas rosas. Cuando uno mira la clase política puede ver a muchas personas que viven con un trabajo de cartón piedra que no es más que el decorado de un ocio verdaderamente sibarita. Pongamos por caso nuestra recién estrenada Ministra de nuestro recién estrenado Ministerio de Igualdad. Trabajaba (¿?) en un tingladillo montado por la Junta de Andalucía para ¡¡¡promocionar el flamenco!!!. Ahora habrá que ver que se inventan para que parezca que su Ministerio sirve para algo y que realizan una labor esforzada y útil.
La política y la administración son, pasado cierto nivel que implica la cobertura de unos servicios públicos mínimos y una acción normativa general básica, un nido de parásitos. Y así no es de extrañar que el político acomodaticio tienda a la socialdemocracia, al Estado del Bienestar, pues estos representan –SU bienestar. Si la socialdemocracia no deriva hacia el socialismo es porque los maquiavelos han aprendido a no matar a la gallina de los huevos de oro.
Y luego tenemos la debacle liberal. Gente que originariamente, por entender bien los mecanismos del Estado y sus limitaciones y tener ideales más pragmáticos y posibilistas, es liberal, puede orientarse hacia el “centro”, cual si fueran absorbidos por un agujero negro (y el resultado es el mismo, políticamente, que si lo fueran), para ganar la confianza de un electorado ignorante y utópico. Así pasan de un pragmatismo y un posibilismo ideológicos a otros –de cortas miras- políticos. Rajoy está en este último caso y en esta última circunstancia. Sabe que no puede ganar las elecciones sin el voto de los nacionalistas y los socio-ilógicamente socialistas, al menos sin una parte de ellos, así que intenta satisfacerles, cual comercial avezado adaptándose al cliente, en lugar de convencerles haciéndoles llegar ideas distintas y mejores. Y es que la política no es comercio, aunque deba dejar a este libertad. No es lo mismo crear el marco que desenvolverse en él. Rajoy ha optado por desenvolverse.
Y es que lo importante no es ser ni de izquierdas ni de derechas, ni liberal, ni conservador ni socialdemócrata, sino ser del PP.
Adoptar este enfoque puede parecer osado, pero lo hago con toda humildad, consciente de las limitaciones inherentes a toda visión panorámica. Y, además, a mi nadie me paga por equivocarme.
Dicen que este es un país sociológicamente de izquierdas: yo lo que percibo es una desideologización y una percepción del fenómeno político desde los intereses y las vísceras. La gente no vota opciones de gobierno: vota ideales y prebendas. La mayoría no tiene una visión clara de lo que es un gobierno y un Estado, y menos aún un Estado de Derecho. Cuando echan la papeleta en la urna piensan en buenos y malos, simpáticos y antipáticos, generosos y rácanos, imaginando que la acción política en la sociedad es deseable y, con buena voluntad por parte de los gobernantes, de efectos benéficos.
Por otro lado este es un país en el que el ocio es no ya un ideal, lo cual se podría entender prescindiendo de una ética del trabajo, sino un referente vital en torno al cual gira todo lo demás. La diferencia no es pequeña (a alguno puede parecerle inexistente). La gente desprecia el trabajo y prefiere confiar su futuro a Papá Estado. El sueño de cualquier españolito de a pie es vivir a costa de los demás irresponsablemente. Para ello no les faltan ejemplos en el mundo de la (in)cultura patria. En la televisión, ese medio tan conspicuo, desfilan toda clase de esperpénticos parásitos, y no solo en los programas rosas. Cuando uno mira la clase política puede ver a muchas personas que viven con un trabajo de cartón piedra que no es más que el decorado de un ocio verdaderamente sibarita. Pongamos por caso nuestra recién estrenada Ministra de nuestro recién estrenado Ministerio de Igualdad. Trabajaba (¿?) en un tingladillo montado por la Junta de Andalucía para ¡¡¡promocionar el flamenco!!!. Ahora habrá que ver que se inventan para que parezca que su Ministerio sirve para algo y que realizan una labor esforzada y útil.
La política y la administración son, pasado cierto nivel que implica la cobertura de unos servicios públicos mínimos y una acción normativa general básica, un nido de parásitos. Y así no es de extrañar que el político acomodaticio tienda a la socialdemocracia, al Estado del Bienestar, pues estos representan –SU bienestar. Si la socialdemocracia no deriva hacia el socialismo es porque los maquiavelos han aprendido a no matar a la gallina de los huevos de oro.
Y luego tenemos la debacle liberal. Gente que originariamente, por entender bien los mecanismos del Estado y sus limitaciones y tener ideales más pragmáticos y posibilistas, es liberal, puede orientarse hacia el “centro”, cual si fueran absorbidos por un agujero negro (y el resultado es el mismo, políticamente, que si lo fueran), para ganar la confianza de un electorado ignorante y utópico. Así pasan de un pragmatismo y un posibilismo ideológicos a otros –de cortas miras- políticos. Rajoy está en este último caso y en esta última circunstancia. Sabe que no puede ganar las elecciones sin el voto de los nacionalistas y los socio-ilógicamente socialistas, al menos sin una parte de ellos, así que intenta satisfacerles, cual comercial avezado adaptándose al cliente, en lugar de convencerles haciéndoles llegar ideas distintas y mejores. Y es que la política no es comercio, aunque deba dejar a este libertad. No es lo mismo crear el marco que desenvolverse en él. Rajoy ha optado por desenvolverse.
Y es que lo importante no es ser ni de izquierdas ni de derechas, ni liberal, ni conservador ni socialdemócrata, sino ser del PP.
El gran problema del PP es que le resulta casi imposible poder hacer llegar a la ciudadanía sus mensajes o sus ideas. Hay muy pocos "mass media" proclives a la causa, muy al contrario.
ResponderEliminarY la solución que quieren darle es mimetizarle con el ambiente pseudoprogre. No sé a dónde conducirá esta estrategia, pero ya se sabe que lo que se mimetiza con el ambiente -¡desaparece!.
ResponderEliminarUn saludo Jinete.