Era un monaguillo de su pueblo. El cura elegía a los mas destacados de la clase y por eso le encantaba que le vieran en misa ayudando en los oficios.
Le encantaba el olor de los cirios, el color gastado de las escrituras, los ropajes y los caracoleos del retablo. En los años 60 largos, en un pueblo de la España mas profunda, esas cosas no eran una tonteria.
Le encantaba el olor de los cirios, el color gastado de las escrituras, los ropajes y los caracoleos del retablo. En los años 60 largos, en un pueblo de la España mas profunda, esas cosas no eran una tonteria.
Esos ritos y esos objetos representaban la autoridad y el reductio ad autoritatem era la manera de zanjar cualquier discusión. Cada autoridad en su ámbito: desde el cura del pueblo hasta el cuartelillo de la guardia civil. No era algo impuesto, ni siquiera se pensaba en ello. Era lo normal, lo natural, como el respirar. Dios estaba en su conciencia y le guiaba, con premios y castigos, a seguir el recto camino, salvo los pecadillos de vanidad.
Además, nuestro monaguillo tenía alma de pelota. Servir al cura era la culminación de su carrera en el parvulario, el la guinda del pastel ideal para un brillante estudiante de EGB. Iba para caciquillo provinciano.
Llegó la época del acné, y nuestro héroe se las veia y se las deseaba con las chicas. Era muy tímido, y nada agraciado. Soñaba en ser alguien importante que impresionara a las mujeres. Quizá con el tiempo, pensaba.
llegó un momento en que, ya crecido, el chaval acabó el bachiller y los padres decidieron mandarle a la ciudad a estudiar en la universidad. Alli empezó a recibir enseñanzas que chocaban frontalmente con toda su educación recibida de sus padres y el cura. Eso le desconcertó. Pero lo que más le acojonó de todo no eran las nuevas enseñanzas y sus desafios intelectuales, sino la autoridad que destilaba la Universidad. Unos tios barbudos con cara de mas mala leche que el cura. Llevaban apuntes con palabras raras y conjuros que no entendía. El caso es que ese chiringuito tenía mucho mas predicamento en la ciudad que la iglesia en su pueblo.
Habia una cosa que llamaban razón, que en la universidad Española consistia en citar a una autoridad en la materia y "seacabó". La clave era saber muchos nombres y muchas citas, o, alternativamente, tener habilidad para inventárselo. Esto le sonaba mucho y le parecía natural.
Así que abandonó el ya molesto compañero-guia, que ya no le servía, y se decidió a enfocar todas sus, ahora desbocadas, energías pelotunas en medrar en los sucesivos estamentos de zirugat universitario. Iba a revisar los examenes a los despachos y rogaba casi que le bajaran la nota. Así se trabajaba a los profesores. Tampoco se olvidaba de meter la chapa progre delante de los pelotables cada vez que podía, entre la berrea ecosocialista que se oia por los pasillos.
Total que vino recibir un carguillo del mismo nivel que el del ayudante del que trae el botijo al catedrático, ya en los ultimos años de carrera. Seguramente el emparejamiento con la hija del subsecretario no tuvo nada que ver con su admisión a doctorado ni con la entrada como profesor ayudante.
Desde su tarima contemplaba el ganado estudiantil femenino. Un nuevo universo, un nuevo renacimiento se le presentaba a nuestro héroe, ya funcionario, dueño de un 4x4, cuando las alumnas tonteaban con él y se mesaba los cuatro pelos de la calva.
En este oasis de promesas todavia no cumplidas, pero al alcance de la mano, echaba la vista atrás y contemplaba cuan azarosa y miserable habia sido su vida hasta ese momento. Cuanta escasez, cuanta oscuridad. Habia perdido lo mejor de su vida por no haber descubierto antes cosas como estas. habia escalado el la sociedad, desde el submundo pueblerino ejerciendo de pelota en la oscuridad de la iglesia a puto amo universitario con púlpito en propiedad, con trienios, moscosos y nenas faldicortas. Que diferencia.
La culpa es de la religión, habia cogitado ya en los primeros meses de universidad: Antes lo asumóa porque era el sinecuá-non del trepa institucional. Mas tarde lo llegó a pensar sinceramente, en parte por ósmosis y en parte por deducción "racional":
Sin duda ha tenido que ser la malvada religión que reprime a las mujeres por lo que yo no he ligado hasta ahora. Y seguramente por eso yo no soy aún mas rico. Mas aún, seguro que es por los curas por lo que no todo el mundo es doctor en filosofia. Yo me he librado de su yugo y quiero que los demás se liberen. Por las buenas o por las malas. Es una pena que ya no se puedan liquidar curas a gusto.
La verdad es que no era esa la única línea de autojustificación. Los compañeros de la ciudad estaban libres del pecado original de haber pisado una misa, o al menos eso imaginaba. Además, él era, antropológicamente, un paleto, y eso le llenaba de desazón. Necesitaba demostrar que pese a sus origenes alienados por los curas, el era el mas moderno y progre de todos. Así que un día que una novia ex-alumna fisna de buena familia le rechazó, montó en cólera y quiso quemar el obispado....
Continuará.
Menudo personaje. Seguro que debidamente presionado por algún psicoterapeuta sin escrúpulos, hasta recordaría haber sufrido vejaciones sexuales por parte del párroco, en su tierna infancia.
ResponderEliminarshhhhh... que eso es para el siguiente capitulooo....
ResponderEliminarGenial , esperamos la reacción hombre despechado ...te linko
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