Alberto Gómez Corona en Libertad Digital
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En las casas de familias con reputación, los trapos sucios se lavan de puertas para adentro, sobre todo si nos mudamos a una vecindad con pretensiones. Se teme al hermano drogadicto que hace desmanes por la casa, pero más terror inspira el que se enteren los vecinos. A las elites educadas en el master aquí, la conferencia allá y los simposiums acullá y que han construido el Matrix de un país moderno, equiparable-a-otros-de-nuestro-entorno, se les helaría la sangre sólo de verse en la tesitura de explicarles qué ocurrió realmente desde el 11M al 14M a sus amigos ingleses o franceses o peor aún, italianos. También el pueblo llano, criado al arrullo adormecedor de los telediarios, sentiría vergüenza de sí mismo y de sus sueños de progreso si tuvieran que admitir que en la España construida y votada por ellos rebrota la inmoralidad y la corrupción criminal que conocieron sus abuelos. En cuanto a los directamente beneficiados, mejor no comentar nada. Este es un país donde se tapan desde los balances de los bancos hasta los asesinatos en masa por el que dirán.
Quizá, como pasa con las familias, la obsesión por la imagen externa sea lo propio de las sociedades decadentes que quieren mantener un prestigio, pero que no tienen nada sustancial que ofrecer. Por eso los Norteamericanos visten tan mal y los europeos tan bien.
La prueba de la visión degenerada que se tiene aquí de las cosas es que, en Italia, no en los momentos de máxima currupción, sino precisamente cuando triunfaba la justicia y los politicos entraban en la cárcel, con la operación Mano Pulita, es cuando aqui se criticaba a Italia por su corrupción (Porca Italia, titulaba El Pais). Desde luego, pocos paises son mas corruptos que éste.
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