En la naturaleza pueden hallarse muchos ejemplos del denominado mimetismo de Bates. Una mosca que se parezca a una avispa conseguirá alejar a sus depredadores sin necesidad de suponer un peligro real para estos. Bastará con parecer peligrosa. Otros insectos tienen colores vivos idénticos a los que tienen los que son venenosos. Alguna mariposa con las alas desplegadas parece tener unos penetrantes ojos de depredador en ellas. Dentro de una especie, la vieja lucha de halcones y palomas da lugar a la peculiar adaptación de los mimetizadores de halcón. Si uno parece un halcón en medio de un ritual de gallitos, de esos de “a ver quien la tiene más grande”, puede obtener la recompensa sin tener que pelearla. En la medida en que los enfrentamientos estén ritualizados, que consten más de amenazas que de encuentros físicos violentos, será una buena estrategia mimetizar al más fuerte, pudiendo llegarse al punto de que, si en una sociedad son todos comediantes débiles, un halcón llegado de fuera que pase a la acción ganará las partidas (esto me hace pensar en la Decadencia de las grandes civilizaciones).
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