Al ser el gran domeñador de la naturaleza, el ser humano se ha convertido en su gran observador, o viceversa. Al principio, el hombre civilizado miraba su conquista desde una atalaya lejana, como un Rey despótico mira a su pueblo, pensando, sintiendo que aquello no iba con él -realmente. Conforme iba acercándose al conocimiento también lo hacía a la misma naturaleza, e iba asimismo comprendiendo que era parte viva e indisociable de ella. La anatomía dio paso a la fisiología, y esta a la conducta. Nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestra misma curiosidad y capacidad de observación, resultan ser productos de la evolución biológica. El ser humano, a día de hoy, se ha democratizado biológicamente.
Desde esta nueva perspectiva no tan privilegiada las cosas resultan infinitamente más claras. Podemos mirarnos a nosotros mismos en el espejo de los otros seres, tanto en cuerpo como en alma, y el espejo nos devuelve una imagen bastante fiel de nuestro pasado y muy especialmente de nuestro presente.
Así, estudiar la cognición de los primates y de otras especies más lejanamente emparentadas con nosotros arroja mucha más luz sobre lo que somos y lo que podemos ser que las especulaciones de los filósofos de lo humano, demasiado humano, que no salen de lo humano, en su arrogante humanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario